Una amistad a ciegas – Experiencias del Servicio Social Universitario Por: María A. Carrizo

Desde el primer momento que me decidí hacer mi labor social ayudando a niños a mejorar su lectura, estaba muy comprometida porque para mí la lectura es una herramienta que, además de abrirte puertas, te permite crecer y tener una mejor educación. Estaba lista para las clases didácticas, para que él, a través de sus ojos, pudiera enamorarse de la lectura.

Cuando llamé por primera vez a Julius, mi estudiante, pude sentir las ganas que él tenía de ser alguien en la vida y cómo yo iba a ser instrumento transformador. Tristemente no nos podíamos ver, pues él me había dicho que su teléfono no se lo permitía y que teníamos que comunicarnos solo por llamada. Para mí esto fue difícil ya que ¿cómo iba a hacer que mi estudiante me entendiera si no me veía? Tuve que ponerme firme y decidí que esto no me limitaría en dar lo mejor de mí para que Julius saliera adelante.

Intercalaba las clases entre la llamada y el chat de Whatsapp, pues por este medio podía enviarle imágenes, prácticas y diferentes contenidos para hacer las sesiones más provechosas. Desde el primer momento que conocí a Julius pude sentir, a través de su voz, esa buena energía que transmite.

Esta experiencia, sin duda alguna, nos llevó a tener una amistad por más de dos meses, aunque solo nos pudimos ver la cara en dos ocasiones. Cuando lo vi por primera vez, fue como si ya nos conociéramos de toda la vida.

Solo espero que luego de esta experiencia él siga siendo tan buen niño y que nada ni nadie le quite sus sueños y tal vez algún día que lo vea en persona me diga todo lo que ha podido lograr gracias al curso, y de la amistad a ciegas.

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