Acerca de paralogismos de falsa oposición
Dra. Laura Nahabetián Brunet PhD
Profesora adjunta (UR) Facultad de Derecho
Universidad Mayor de la República Oriental del Uruguay
Como conclusión anticipada es posible afirmar que la pretensión de valoración de situaciones de carácter excepcional como las que se viven en el presente desde la lógica de la normalidad no solo es absurda, sino peligrosa y, por tanto, sin dificultades es factible comprender que los debates y sus conclusiones pueden verse tergiversados.
Establecido lo anterior, se indicará que estas líneas tienen por objetivo una reflexión desde la defensa de la libertad, de la defensa de la dignidad de la persona humana, y por supuesto, de la defensa de los derechos fundamentales de las personas en tiempos de excepcionalidad.
Estas líneas solo pretenden invitar a la reflexión.
La pandemia causa miedo y el miedo estimula la culpa y la culpa necesita de culpables o héroes, casi sin importar a costa de qué, o, ¿a caso importa a costa de qué? Ciertamente que soy de las que creo que no todo justifica los cómo …
Se asiste en forma casi inescrupulosa a un tsunami informativo que por avasallante hace imposible que las personas puedan entender, comprender y aprehender, todo lo que a diario se les presenta como sustantivo.
Y por si fuera poco, la tecnología aparece como una opción cuasi divina que desde los tecnólogos, sustentaría casi cualquier opción asociada al imperativo tecnológico, que en tiempos de excepcionalidad, pretende plantearse como la opción insustituible.
Entonces bien, es imprescindible avanzar desde la valoración que implica la centralidad humana y su eminente dignidad, sustentada por el derecho a la libertad como principio rector de la existencia vital.
Es imprescindible abandonar lo que Carlos Vaz Ferreira señalaba eran paralogismos de falsa oposición, esto es, falsos dilemas.
Dicho lo anterior, es sustantivo focalizar en el eje del problema.
¿Es, en términos tecnológicos, la pandemia el eje fundamental del problema? ¿Es la utilización de la información personal en forma indiscriminada por parte del Estado, el problema?¿Qué es lo que se compromete cuando se le otorgan plenos poderes de acción a postulados algorítmicos?¿Son los algoritmos los que solucionarán el problema o colaborarán con la profundización de otros?
Si estas son algunas de las preguntas, entonces, es fundamental decidir cuál es el problema central. Y desde la óptica de quien estas líneas escribe, éste es, el verdadero valor de la libertad.
El imperativo tecnológico indica que todo lo que puede hacerse debe ser realizado, en tanto afirma, solo puede traer mejoramiento de la calidad de vida de las personas, y en este, la dicotomía – falsa, por cierto – sería salud a cambio de información personal.
Ahora bien, ¿es la información personal, una moneda de cambio que debe utilizarse indiscriminadamente y con utilización masiva, con cruzamientos autónomos y sin mediar autorización de las personas, un elemento que puede afirmar raíces en el sistema republicano? Claramente la respuesta es negativa.
Siendo así, las tesis de conflictividad de derechos deben ceder a favor de aquéllas que buscan la complementariedad de los derechos.
Y los derechos fundamentales no pueden ni deben abandonarse bajo la pretensión de una solución superior y coyuntural; y mucho menos, a partir de una promesa tecnológica.
Es imprescindible entender que las situaciones anormales deben afrontarse con la normalidad de la aplicación de la Ley, deben afrontarse con más y mejor derecho, deben afrontarse con mayor convicción democrática y, por tanto, deben afrontarse desde la libertad y desde el derecho.
Considérese además que, ni la democracia ni el Estado de Derecho se verifican suspendidos por la situación de anormalidad fáctica que vive el globo en su conjunto.
Por lo tanto, es fundamental que se desarrolle conciencia crítica ante la vigilancia digital que pretenden los gobiernos del mundo. La privacidad es de los pocos derechos fundamentales que siendo violado no necesariamente se verifica conciencia de tal violación.
Afirmaciones tales como que el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los cierres de fronteras, demuestran un paralogismo de falsa oposición. Demuestran una ausencia de conciencia efectiva en relación con la ética de la libertad.
Además, esta expansión de solicitudes vinculadas con la entrega de datos de localización de los usuarios de teléfonos móviles para facilitar el seguimiento de la expansión del COVID-19, a efectos de geolocalizar a las personas, genera indudablemente avances peligrosos hacia el control estatal de las personas y una indiscutible amenaza a su privacidad.
Los perfiles utilizados para predecir el comportamiento de las personas amenazan con la estigmatización, la inclusión en estereotipos, segregación y exclusión social y cultural. Con este tipo de Inteligencia artificial que subvierte la elección individual y la igualdad de oportunidades, se puede acabar ahogando la creatividad, la innovación y las libertades de expresión y asociación que han permitido el florecimiento propiamente de las tecnologías digitales.
Los datos pretenden ser de utilidad para que de forma anónima, -en el mejor de los casos-, y sin factibilidad de identificación individual, se puedan hacer análisis predictivos de necesidades sanitarias. Visto así, pareciera carente de sentido negarse a una “pérdida” de libertad a favor de la vida.
Ahora bien, se sabe que todo es identificable, aún los mecanismos de disociación más sofisticados, permiten la reidentificación; se sabe que todo es perfectamente guardable, se sabe que es imprescindible cumplir con una finalidad específica y concreta, se sabe que es imprescindible que las autoridades de control de la información personal participen activamente de la toma de decisiones y se sabe que la lucha del derecho ha sido siempre en función de los derechos y sus garantías que en algún momento por razones tan loables como las presentes, han generado distorsiones. Todo se sabe … ¿importa?
Como indicara Giorgio Agambem se utiliza una suerte de estado continuo de excepción por razones de seguridad para múltiples capas de técnicas intrusivas que permiten monitorear la actividad de las personas. Y esto es lo que está sucediendo hoy, mas no puede ser permanente, importa que no lo sea.
Humberto Maturana ha establecido que “la noción de transformación contiene, en la evocación de lo que se hace, la atención a la dinámica relacional de su carácter sistémico como un proceso de cambio en torno a algo fundamental que no cambia sino que se conserva a través de los cambios”. De esta forma, lo fundamental en la noción de transformación es lo que se conserva, y lo que se conserva le da sentido a lo que cambia. “La noción de transformación, por lo tanto, trae consigo las preguntas ¿qué es lo que se quiere conservar? y sobre todo, ¿qué queremos conservar? Lo que nos deja de inmediato frente a la tarea de declarar nuestros deseos haciéndonos responsables de ellos”.
Cuidado que esa transformación – tecnológica en el caso – pretenda aprovecharse para aliviar el alma, organizar la vida, planificar la economía, imponer verdades, tomar decisiones, avanzar desde una falsa convicción colectiva de necesidad.
Porque aquí lo que se requiere evitar son los falsos dilemas, aquí lo que se requiere conservar en consecuencia, es la libertad, es conservar la dignidad, es conservar la democracia, para seguir conservando la república y con ella, la vida.